
En una palabra, el descrédito de los políticos, en ésta hora sombría de
Sin lugar a dudas, son las sociedades de fomento –de las que obviamente estamos hablando- las llamadas a ocupar, tarde o temprano, el lugar de los políticos profesionales pues ellos traen auténticamente la voz de los barrios.
Algunos dirigentes del medio local parecen haberlo entendido así. Tal el caso de Ricardo de
Se dice que en el Edén originario, debajo del Árbol del Bien y del Mal, floreció un arbusto de rosas. Allí, junto a la primera rosa, nació un pájaro, de bello plumaje y un canto incomparable, y cuyos principios le convirtieron en el único ser que no quiso probar las frutas del Árbol. Cuando Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso, cayó sobre el nido una chispa de la espada de fuego de un Querubín, y el pájaro ardió al instante.
Pero, de las propias llamas, surgió una nueva ave, el Fénix, con un plumaje inigualable, alas de color escarlata y cuerpo dorado. Algunas fábulas lo sitúan posteriormente en Arabia donde habitaba cerca de un pozo de aguas frescas y donde se bañaba todos los días entonando una melodía tan bella, que hacía que el Dios Sol detuviera su carro para escucharle.
La inmortalidad, fue el premio a su fidelidad al precepto divino, junto a otras cualidades como el conocimiento, la capacidad curativa de sus lágrimas, o su increíble fuerza. A lo largo de múltiples vidas, su misión es transmitir el saber que atesora desde su origen al pie del Árbol del Bien y del Mal, y servir de inspiración en sus trabajos a los buscadores del conocimiento, tanto artistas como científicos.
Si hasta Quevedo y el Dante lo han evocado en sus obras magistrales.
Precisamente pensamos que las sociedades de fomento son como el Ave que renace de sus propias cenizas, pese a momentos de flaqueza, resucitan pues “donde hubo fuego, cenizas quedan” como recuerda el viejo adagio.