Días pasados alguien me envió un cuentito: se trataba de  de una ranita que de tanto dar saltos en una cocina, terminó en una olla de agua fría.  
Allí se descontracturó; sus largas extremidades le permitieron nadar   sin  sobresaltos mientras el agua  fría le proporcionaba infinito  placer. 
Advirtió que la temperatura del líquido elemento cambiaba pero no le importó demasiado, total, ese ambiente  tibio le proporcionaba  alegría y hasta una dulce  somnolencia.
 De pronto,  al fin, sin que  ella se  percatase, todo cambió: el agua dejó de ser placentera,  se hizo muy caliente  y cuando ya estaba  hirviendo  se encontró con que las patitas cuando salir rápido, no le respondían.  
Al rato, estaba muerta.  Obviamente, la ranita es 
          Otro amigo transcribió  por la misma vía, una nota de un importante diario alemán que señala que 
Hay demasiadas armas en las calles, son muchos los núcleos de izquierda que tienen verdaderos arsenales  y, crease o no, también los campesinos  tienen las suyas. 
Y según el periódico, su enfrentamiento, tarde o temprano, es inevitable.
               Parece un tanto apocalíptico lo referido pero sin embargo, lo que está ocurriendo en la política donde Kirchner  vapulea a sus adversarios sorprendiéndolos con jugadas maestras  que revelan que luchará hasta el final, es decir, hasta el 2016 en el juego del   poder.
Con la colaboración de su mujer, la que utiliza repetidamente la red de radiodifusión nacional para mensajes  llenos de dialéctica pura, pero que pocas veces se concretan  tal como se  anuncian,  ello es fiel reflejo que estamos en vísperas  de  acontecimientos  trascendentes.
                Algunos  optimistas creen que todo cambiará a partir  del l0 de diciembre,  pero olvidan que sólo se  renovará la mitad del Poder Legislativo y que el Gobierno no llamará a extraordinarias,  por lo que tendremos que esperar el  verdadero   estreno recién para  marzo.
 Con el aditamento que   la “reina Cristina” seguirá ostentando el poder de veto de  naturaleza constitucional.
                 Mientras tanto, los niños no van a la escuela, los enfermos no son atendidos en los hospitales, los piquetes abundan en las calles porteñas, el campo no dialoga porque está cansado que le tomen el pelo,  los jubilados están olvidados  y el país en su conjunto va camino de transformarse en una “republiqueta”.          
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