domingo, 30 de mayo de 2010

EL BICENTENARIO


Nadie puede negar que el gobierno nacional se anotó un éxito impensado- si se lo mira con objetividad- con la concreción de la celebración del bicentenario. Es difícil explicar las razones, pero tratando de bucear en el sentido profundo de la gesta considero que gran parte del logro debe atribuirse a una interpretación fiel de los valores culturales del pueblo argentino, en primer lugar la arraigada religión, el espíritu pacifista, la convicción de ser un país abierto a todos los habitantes del mundo que quieren habitar el suelo argentino, como señala la Constitución Nacional y una valorización no demasiado lejana de aquellos despreciados pueblos originarios.
Es que se dejó de lado aquella interpretación signada por el liberalismo que tuvo su cenit en figuras como Mitre, Sarmiento y Avellaneda y de alguna manera, aunque sin decirlo expresamente, se recaló en el país real: la línea histórica engendrada por Rosas, Yrigoyen y Perón.
Ello demuestra que el sentimiento de la nacionalidad está a flor de piel apenas se abrevie en los mencionados últimamente que lograron darle al país una argamasa  estructural que le ha permitido seguir vigente y engrandecerse pese a todas las oposiciones.
Es cierto que el daño producido por los sucesivos gobiernos de “los emigrados” como los identificara el gran historiador Ernesto Palacio no puede desconocerse y fruto de ello son la entrega de la Banda Oriental, hoy Uruguay, que gracias  a la gestión rivadaviense estuvo a punto de tomar parte del imperio lusitano o incluso la pérdida de Yacuiba, aquélla provincia norteña que pasó a ser parte de Bolivia al desoír los dictatoriales de Buenos Aires todos sus reclamos y ser abandonadas a su suerte.
Vale decir, para decirlo en otras palabras: dejó de ser cierta aquella infeliz frase sarmientina referida a que “la sangre de gaucho solo sirve para abonar la tierra” o “no hay que ahorrar sangre de gaucho”, que quedaron definitivamente sepultadas en la conciencia nacional.
Claro que si no hubiera existido esa concepción europeísta que negaba los valores de la nacionalidad hoy seríamos un país mas respetado, más querido y verdadera potencia del Cono Sur. Seguramente algún día alcanzaremos ese objetivo.

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