sábado, 5 de junio de 2010

DEMOLEDOR ATAQUE A LAS INSTITUCIONES


La ofensiva gay no puede ser echada en saco roto pues constituye un liso y terminante ataque a las instituciones fundamentales de la Nación, léase la Constitución Nacional y el Código Civil argentino.
Tanto uno como otro están enraizados en al filosofía cristiana, a punto tal que el art. 2 d e la primera y el 33 del segundo lo consideran respecto de la Iglesia Católica digna de sostenimiento y persona de existencia necesaria, lo que quiere decir que ambas constituyen la parte perenne y sustancial de ambos cuerpos.
De ahí que sorprenda la ligereza con que muchos legisladores han tomado la cuestión pronunciándose a favor de los homosexuales a quienes incluso se otorga el derecho de adopción.
El propio ex presidente de la República solamente concurrió a cumplir con sus funciones legislativas cuando en la Cámara de Diputados se trató esta cuestión, obedeciendo seguramente al afán electoralista que lo caracteriza y tratando de quedar bien con la izquierda vocinglera para asegurarse los votos del 2011.
Para no ser menos los difusos radicales que han olvidado por completo a Hipólito Yrigoyen, que alguna vez dijo que “no deben conmoverse los cimientos de la familia en su faz mas augusta. No debe innovarse en el tipo ético de familia que nos viene de nuestros mayores” (Manuel Gálvez, Vida de Hipólito Yrigoyen, pag. 840).
Semejante despropósito está en pugna con la institución del matrimonio, palabra que deriva de matriz y que lejos de ser un contrato es una institución conforme señala en “Casti connubi” el Papa Pío XI recordando de paso que los hombres no se engendran principalmente para la tierra y el tiempo, sino para el cielo y   la eternidad.
De allí que este pretendido avance de la comunidad homosexual sobre el resto de la sociedad debe ser visto como un primer paso para lograr el indiferentismo sexual, el intento de relativizar valores permanentes y los principios en que se asienta nuestra concepción del Estado y de la Nación misma.
Sin lugar a dudas de tanto resaltar los derechos de las minorías- y los gays lo son- con falsas protecciones se están perjudicando- quiérase o no- los derechos de las mayorías.
Precisamente en nuestro trabajo titulado “El matrimonio, los hijos y el divorcio vincular” definimos a aquel como la sociedad del hombre y la mujer que se unen para perpetuar la especie, para ayudarse mutuamente, llevar el peso de la vida y compartir un destino común(ED, 185-1530).
Ni que decir tiene que de otorgarse rango de ley por el Senado al proyecto que ya viene con media sanción de Diputados se están ofendiendo valores supremos y principios por los que el Estado debe velar.
De allí que saludemos con beneplácito la intervención no solo de la Iglesia Católica sino también de cultos protestantes como el Evangelismo y la Iglesia Pentecostal que han reaccionado con mucha mesura pero con toda firmeza.
Desde un punto de vista constitucional si se llegara a sancionar la ley a nuestro juicio podrían plantearse numerosas nulidades, tarea que dejamos reservada a constitucionalistas y civilistas.

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