martes, 13 de abril de 2010

LA CÁRCEL DE LOS POBRES


En el año 1958 se inauguró el Colegio de Abogados de Junín y un año después los Tribunales Ordinarios del Departamento Judicial del mismo nombre. Por ley, se construyeron dos cárceles, una de hombres y otra de mujeres, por exigencia legislativa, ya que no puede funcionar ningún estamento judicial sin que tenga cárcel propia. Fue así como en el año 1968 se inauguró la primera de ellas y a poco andar, la segunda.
                                                                           Desde entonces cerca de 1.000 familias al trabajar muchos jefes de familia y muchos hijos en ellas, se transformaron en una impensada industria laboral, pues ya que Junín nunca tuvo demasiada suerte- por diversos factores- para interesar a empresas importantes para que se radicaran en ella, logró por esta vía que gente humilde encontrara puestos de trabajo que le permitirían llevar el pan a sus hogares.
                                                                           En un primer momento puede afirmarse que la opinión pública recibió con indiferencia dichas instalaciones y naturalmente fue el comercio quien avizoró que su llegada le permitiría luengos progresos.
                                                                           Empero, andando los años y al producirse una serie de robos en cadena, no han faltado voces que, de modo directo o indirecto, echan la culpa por la consumación de esos delitos a gente parienta de los reclusos; llegándose a afirmar que si no existieran las cárceles el índice delictual sería mucho menor.
                                                                           Craso error, pues está demostrado estadísticas mediante que el auge del delito en las demás poblaciones  de la zona e incluso en ciudades muy apartadas es exactamente el mismo, haya o no dependencias penales.
                                                                           Demás está decir, pues todos lo sabemos, que  a la cárcel van a parar solamente los que no tienen dinero para pagarse un buen abogado o ejercitar algún tráfico de influencias. Excepcionalmente cae algún peso pesado o bien alguien que por la notoriedad del hecho consumado- caso Monzón como ejemplo- no puede escapar, por más vericuetos legales que se emplee en su defensa.
                                                                           Según la Constitución Nacional las cárceles deben ser sanas y limpias y propender a la reeducación de los internos, cosa que como se sabe, sucede muy poco. Sin embargo, aun dentro de este panorama desolador no faltan quienes salen de las unidades con un proyecto de vida, habida cuenta que han podido cultivarse, estudiar una carrera, plantar frutillas o hacer el pan, con lo que queda claro que en definitiva la opción es de cada uno, por mas difíciles que sean las circunstancias que nos toque atravesar.
                                                                           En nuestra ciudad existe un sentimiento de in-solaridad que se exterioriza cuando se escuchan comentarios agraviantes hacia quienes están presos, extensivos a veces al personal que allí trabaja. Carecen de comprensión hacia el prójimo y pretenden refugiarse en una suerte de campana de cristal como si fueran impolutos.
                                                                           Me recuerdan aquella afirmación de muchos años atrás en boca de la señora gorda: “si viene el comunismo yo me voy a la estancia”.
                                                                           Como toda ciudad importante en el país, Junín tiene que tener instituciones penales, lo mismo que Mar del Plata, Bahía Blanca, Mercedes, Azul y tantas otras.
                                                                           En definitiva: la cuestión no está en los que están adentro sino en los que están afuera, que carecen de la sensibilidad social suficiente como para comprender el fenómeno de la delincuencia y ponerle un dique de contención.
                                                                           Deberían tomar ejemplo de los sacerdotes católicos y pastores protestantes que visitan esos lugares y que con su batallar sostenido han logrado una penetración insospechada que permite avizorar la recuperación de muchos apriorísticamente tenidos por insociables.

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